Vacunación y movimientos antivacunas
La vacunación ha sido una de las estrategias de salud pública más eficaces en la historia, responsable de la erradicación de enfermedades como la viruela y del control de muchas otras, como el sarampión, la poliomielitis y la difteria. Las vacunas no solo protegen a quienes las reciben, sino que también contribuyen a la inmunidad colectiva, reduciendo la circulación de virus y bacterias en la población.
Sin embargo, en las últimas décadas han ganado fuerza los movimientos antivacunas, grupos que rechazan total o parcialmente las inmunizaciones, ya sea por desconfianza en la ciencia médica, creencias personales o religiosas, o por la difusión de desinformación a través de redes sociales. Aunque minoritarios, estos movimientos han logrado generar un impacto significativo en las tasas de vacunación, lo que ha dado lugar a brotes de enfermedades previamente controladas.
La resistencia a las vacunas representa un desafío serio para la salud pública. Las dudas, temores infundados y teorías conspirativas se ven amplificadas por la rapidez con que circula la información en internet, lo que dificulta el acceso a datos fiables y alimenta la polarización. Frente a esto, es fundamental que las autoridades sanitarias y educativas refuercen la alfabetización científica, la transparencia y la comunicación empática con la población, promoviendo la confianza en la evidencia médica.
La vacunación no es solo un acto individual, sino un compromiso social. Protegerse es también proteger a quienes, por razones médicas, no pueden vacunarse. Ante los discursos negacionistas, se vuelve crucial defender el valor de la ciencia y el bien común.