
El suicidio en jóvenes se ha convertido en una de las principales causas de muerte en Chile y en el mundo. Detrás de cada caso hay una historia de dolor, aislamiento y falta de apoyo que, muchas veces, pudo haberse prevenido.Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es la segunda causa de muerte entre los 15 y 29 años. En Chile, los índices han mostrado un preocupante aumento durante la última década, especialmente en adolescentes y jóvenes adultos.
Factores emocionales y sociales
Las causas del suicidio juvenil son múltiples y complejas. No existe un único motivo, sino una combinación de factores emocionales, psicológicos y sociales. Entre los más frecuentes se encuentran:
Depresión y ansiedad no tratadas, muchas veces invisibles para el entorno.Presión académica y laboral, unida al temor de fracasar o no cumplir expectativas.
Acoso escolar y ciberacoso, que generan sentimientos de humillación, desesperanza y soledad.
Problemas familiares, como violencia intrafamiliar, ausencia de afecto o comunicación deficiente.
Consumo de alcohol o drogas, que pueden aumentar la impulsividad y reducir el control emocional.
Crisis de identidad o discriminación, especialmente en jóvenes que sienten que no encajan o son rechazados por su entorno social o cultural.
El silencio y la falta de apoyoUno de los mayores problemas es el silencio que rodea la salud mental juvenil. Muchos jóvenes no buscan ayuda por miedo al juicio o por creer que “nadie los entenderá”. En muchos hogares y colegios, aún cuesta hablar abiertamente de emociones, tristeza o pensamientos suicidas. Expertos subrayan la importancia de la detección temprana, el acompañamiento emocional y la formación en salud mental tanto en familias como en comunidades educativas. Escuchar sin juzgar, validar las emociones y ofrecer contención puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Una tarea de todos
Prevenir el suicidio juvenil no depende solo del sistema de salud. Es una tarea colectiva, que exige empatía, educación y políticas públicas efectivas. Promover espacios seguros para conversar, fortalecer la autoestima y normalizar la búsqueda de ayuda profesional son pasos fundamentales. Hablar salva vidas. Y escuchar con empatía puede ser el primer paso para que un joven no se sienta solo en su dolor.