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Salud mental en personas mayores: el desafío de acompañar y cuidar el bienestar emocional en la vejez

El envejecimiento poblacional plantea uno de los mayores retos sociales y sanitarios de las próximas décadas. Según el Director de la Carrera de Psicología de Universidad de Las Américas, Gerardo Riffo, “nuestro país no se escapa del acelerado cambio demográfico que vive Latinoamérica, y eso implica un desafío enorme: fortalecer el acceso a servicios de salud mental especializados para personas mayores y ampliar las redes de prevención, promoción del bienestar y alfabetización digital”. El académico explica que el bienestar psicológico de esta población se ve fuertemente condicionado por factores afectivos y sociales. “La soledad y el aislamiento son desencadenantes de sintomatología ansiosa o depresiva. En esta etapa de la vida suelen producirse cambios importantes en la estructura familiar, como la partida de los hijos o la pérdida del cónyuge, lo que impacta los vínculos afectivos y puede generar sentimientos de desamparo o inutilidad”, señala Riffo. Otro factor relevante es la presencia de enfermedades crónicas como la diabetes, la artrosis o la hipertensión. Estas condiciones, además de afectar la salud física, repercuten en el bienestar emocional. “Las limitaciones que generan en la autonomía e independencia pueden derivar en frustración, insatisfacción y mayores niveles de depresión o ansiedad. SENAMA ha advertido que la comorbilidad entre enfermedades físicas y malestar psicológico es una tarea urgente en las políticas públicas de apoyo a la salud”, agrega el psicólogo. El estigma asociado a buscar ayuda psicológica sigue siendo un obstáculo para muchas personas mayores. “Aunque ha disminuido con el tiempo, aún existe la percepción de que pedir apoyo es un signo de debilidad. Esa barrera cultural retrasa el diagnóstico y limita el acceso a servicios especializados. Por eso es clave continuar sensibilizando a la comunidad y visibilizar la importancia de las redes de apoyo y los vínculos afectivos en esta etapa”, enfatiza Riffo. El experto de UDLA destaca también el rol protector de la estimulación cognitiva y la participación comunitaria. “La evidencia demuestra que la estimulación cognitiva no solo fortalece la memoria, la atención y el lenguaje, sino que también mejora la calidad de vida, fomenta emociones positivas y mantiene activas las redes de apoyo. Participar en actividades sociales, culturales o deportivas ayuda a las personas mayores a conservar su autonomía y autoestima”, afirma. Finalmente, Riffo subraya la necesidad de avanzar hacia políticas públicas que promuevan un envejecimiento activo. “Es fundamental garantizar el acceso a servicios de salud mental con un enfoque gerontológico y culturalmente pertinente, junto con potenciar programas que promuevan la autonomía física, cognitiva y social. Sensibilizar a la comunidad sobre el envejecimiento saludable es clave para construir una sociedad más empática e inclusiva con sus mayores”, concluye.

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