La infancia es una etapa clave para el desarrollo de hábitos que marcarán el bienestar físico y mental a lo largo de toda la vida. La prevención primaria, entendida como el conjunto de acciones orientadas a evitar la aparición de enfermedades, debe comenzar desde los primeros años mediante la promoción de estilos de vida saludables. Educar en salud desde la infancia es una inversión en el futuro de las personas y de la sociedad en su conjunto.
Desarrollo
Los hábitos que se adquieren en la niñez tienden a mantenerse durante la adultez. Por ello, fomentar desde temprana edad conductas como una alimentación equilibrada, la actividad física regular, una buena higiene, el descanso adecuado y el cuidado emocional es esencial para prevenir enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y problemas de salud mental.
La familia y la escuela cumplen un papel fundamental en este proceso. La prevención no debe limitarse a campañas informativas ocasionales, sino formar parte de una educación continua que motive a los niños y niñas a cuidar de su cuerpo y mente. Programas escolares que incluyan clases de educación física, alimentación saludable en los comedores escolares, huertos educativos y talleres sobre emociones son ejemplos de acciones preventivas eficaces.
Además, es importante limitar los factores de riesgo presentes desde edades tempranas, como el consumo excesivo de pantallas, el sedentarismo, el consumo de alimentos ultraprocesados y la falta de rutinas. Promover espacios de juego al aire libre, tiempo en familia y una comunicación afectiva también forman parte de una vida saludable.
La prevención primaria no solo protege la salud individual, sino que reduce los costos del sistema sanitario y promueve comunidades más activas, sanas y productivas. Cuanto antes se empiecen a formar buenos hábitos, mayores serán los beneficios a largo plazo.
Conclusión
Prevenir es mejor que curar. Inculcar hábitos saludables desde la infancia es una estrategia clave para construir una sociedad más sana y consciente. La prevención primaria debe ser una prioridad en la educación y en las políticas públicas, para asegurar que cada niño y niña tenga la oportunidad de crecer con salud, bienestar y calidad de vida.